El suelo es una riqueza que no la valoramos suficiente. Creemos que, como el aire y el agua, siempre estará aquí y siempre se renovará, pero en realidad no es así.
La realidad es que la sobreproducción de alimentos, los productos químicos y el calentamiento del planeta están haciendo que el suelo cada vez nos dé menos recursos y que tengamos menos biodiversidad. Según la ONU, solo la salinización del suelo destroza cada año 1,5 millones de hectáreas de tierrass agrícolas. La humanidad no es consciente que un 95% de los alimentos que se consumen en el planeta provienen del suelo.
La agricultura y ganadería no solo sufren el cambio climático, también contribuyen a su existencia con un 11% de las emisiones globales de gasas de efecto invernadero.
La presión para poder alimentar a toda la humanidad es cada vez mayor, si todo continúa igual, para 2050 necesitaremos producir un 60% más para poder proveer a todas las personas. Este dato se contradice con la pérdida de capacidad de producción cada vez más notoria a causa de los factores comentados anteriormente.
Hay que darle un giro drástico a los sistemas alimentarios actuales, se tienen que hacer más sostenibles y encontrar la manera de continuar produciendo en situaciones críticas como las de ahora y las futuras.
Para poder llevar a cabo este cambio se necesita la ayuda de toda la población, pero la política tiene que empezar a realizar inversiones para poder hacer investigaciones y acabar desarrollando una agricultura 100% orgánica que cuide del suelo. También las instituciones científicas, que pueden aplicar proyectos y nuevas ideas para que los que cuidan del suelo puedan llevar a cabo una buena práctica agrícola.
Actualmente, ya se está poniendo en marcha estrategias y acciones para poder hacer frente a todo el que el futuro nos ofrecerá que, hoy en día, no es muy sólido.